Análisis de las conclusiones de "Movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos oprimidos", V. Lanternari

¡Hola! Aquí estamos de nuevo Gumersindo Labarba y Teresa Fresa. 

Hoy os queremos deleitar con algo diferente a lo que hemos publicado hasta ahora. Para celebrar que la ola de calor que nos tenía sometidos está ya remitiendo, vamos a analizar las conclusiones de la obra de Vittorio Lanternari titulada "Movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos oprimidos".

En este texto nos encontramos con una visión de la religión, de los movimientos religiosos, como movimientos revolucionarios. A estos movimientos (como vemos en el propio título de la obra, movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos oprimidos) los denominó movimientos proféticos; y la perspectiva que adquirió en su estudio es de tipo histórica y sociológica. “Los definió como movimientos liberadores y respuestas renovadoras (en lo político y lo cultural) a situaciones históricas de opresión.”[1]

La religión, como toda utopía, no sólo legitima el poder existente, sino que también es una ideología revolucionaria, en términos marxistas. Lanternari se apoya para desarrollar esta idea en la obra de Marvin Harris “Vacas, cerdos, guerras y brujas”. En la historia moderna, los movimientos proféticos fueron un reflejo del choque cultural producido entre distintos pueblos. El aspecto más ventajoso de estos movimientos proféticos es que ayudaron a los pueblos indígenas a superar las limitaciones que el colonialismo les había impuesto, junto con los valores culturales propios de una civilización tan nacionalista como la europea.

El carácter de estos movimientos proféticos es religioso, sin embargo, lo que persiguen va mucho más allá, es la obtención de bienes necesarios para llevar una vida digna; valores como la libertad y la salvación. El estudio de estos movimientos puede ser realizado de varias formas, agrupadas en dos métodos:
  • El método tipológico: Considera que existen tipos, únicos y universales; atendiendo a el conjunto de caracteres comunes y constantes. Es típica de la fenomenología. Desde esta perspectiva se afirma que todo movimiento profético supone la presencia de un profeta-guía, fundador de un culto que suele coincidir con una revelación. Al mismo tiempo, todo culto profético suele ser un mito de “vuelta a los orígenes”[2], proyectado hacia al futuro, generalmente enmarcado por profecías escatológicas o apocalípticas. En cualquier caso, la subversión del orden y la espera de un nuevo orden que traiga la felicidad es un componente fundamental.[3] El problema de este método clasificatorio es que no tiene en cuenta el fenómeno religioso en sí mismo.

  • El método sociológico-histórico es el único idóneo para explicar la unidad interna, es decir, ese vínculo que liga los dos elementos fundamentales del profetismo; a saber: la existencia de una personalidad profética y una función social de masa. Ese individuo, el profeta, forma parte de un grupo, y posee una finalidad, que van más allá de él mismo. Sin embargo, y al mismo tiempo, esa persona reacciona, se mueve, en un ámbito propio, que no tiene porqué ser idéntico al del grupo. [4]
Estos dos elementos, dice Lanternari siguiendo a Wallis, no entran en conflicto si tenemos en cuenta que la iniciativa individual y la determinante social no son aspectos mutuamente excluyentes, ni incompatibles entre sí. “Efectivamente, podemos decir que existe uno en cuanto que existe el otro. La iniciativa individual es una acción que al mismo tiempo mira al futuro del grupo…”[5]

La figura del profeta, igual que cualquier otro individuo, sólo se entiende enmarcado dentro de la sociedad. Afirma Lanternari que uno de los factores principales que dio lugar al surgimiento de estos movimientos proféticos fue la imposición colonial sufrida por las “civilizaciones primitivas”, los continuos contactos entre blancos e indígenas.[6]

No es la única posibilidad. Otros movimientos proféticos surgieron como reacción a la opresión que estaba sufriendo la naturaleza. De cualquier manera, la gran mayoría de los movimientos examinados afectan a culturas indígenas que han entrado en contacto con civilizaciones cristianas occidentales. Esas sociedades llamadas primitivas han ido asumiendo la enseñanza misionera, elementos propios del antiguo Testamento. 
 Diferentes pueblos o tribus, independientes los unos de los otros, se han visto reflejados en la historia del pueblo hebreo, y sus persecuciones; sintiéndose legitimados por ello a proclamarse descendientes de las tribus perdidas de Israel. 
Por todas estas cosas, dice Lanternari, se hace evidente la continuidad histórica entre el mundo moderno y el denominado etnológico. No existe, por lo tanto, ruptura entre ellos, sino que, al contrario, se explican mutuamente. En la actualidad, estos pueblos están repitiendo hoy las experiencias religiosas que el cristianismo llevó a cabo en sus inicios.

En el caso del cristianismo primitivo, este se impuso como religión de salvación debido a la crisis presente en sus raíces mismas. A su vez, el cristianismo se enmarcaba en la tradición mesiánica cuyo fundador fue Moisés, una tradición resultado del choque cultural entre una civilización pastoril y la civilización politeísta.

 Lo que todos estos aspectos parecen indicar es que, o bien debido a un conflicto interno, o bien por choques entre culturas heterogéneas, la figura del mesías representando una salvación, en un más allá o en esta tierra, lleva consigo la aparición de nuevos movimientos proféticos, y constituyen el precedente histórico de los movimientos proféticos nativistas de los pueblos coloniales.

Dentro de los diferentes movimientos proféticos Lanternari podemos diferenciar “dos formas históricamente heterogéneas”[7]:
  • Una gran parte de las manifestaciones tiene su origen en conflictos interculturales, y por lo tanto, los factores del choque son de origen externo.
  • Otra parte de ellas parte de conflictos y tensiones de carácter interno, procedentes de contradicciones inherentes a la misma sociedad en las que tienen lugar.

Sin embargo, añade, es importante tener presente que “la distinción entre origen interno y externo quiere tener para nosotros carácter dialéctico-histórico, y no estático-morfológico, ya que los dos momentos se hallan íntimamente entrelazados entre sí en el proceso concreto.”[8]

El caso del judaísmo es complicado. ¿Se trata de un movimiento exógeno o endógeno? Ambos aspectos son inseparables. Se trata de un movimiento fruto de una crisis de carácter endógeno, pero debe tenerse en cuenta también la conquista del imperio romano, aspecto externo.

Otra matización que no debe pasarse por alto es que no existe ningún movimiento profético de los considerados externos cuyo conflicto no incluya motivos de crisis de carácter interno; y a la inversa. 
Cualquier choque interno provoca a su vez una crisis que, internamente, tiene unas consecuencias relevantes para la sociedad, que debe elegir el camino a seguir a partir de ese momento. Dentro de las mismas sociedades primitivas, junto a las manifestaciones religiosas que surgen fruto del choque con occidente, se producen también otros conflictos de carácter interno[9].

Las formaciones proféticas nacidas del choque intercultural, de las sociedades indígenas con occidente, siguen fases orientadas a la elaboración de religiones de salvación y de organización eclesiástica. Lanternari nos pone el Peyotismo, y de la iglesia Ringatu como ejemplos.

En conclusión, el choque eterno de los pueblos indígenas con occidente es un factor fundamental, pero no el único, en la aparición de los movimientos proféticos indígenas. Entran en juego también aspectos sociales, culturales y religiosos. Antes del colonialismo europeo también se originaban manifestaciones históricas de mesianismo y profetismo, y a estas formas las denomina endógenas.

A grandes rasgos, la clave sería que mientras que a los profetismos originados debido fundamentalmente al choque intercultural se los considera determinados por factores externos; en el resto, los factores determinantes son de origen interno, y se los denomina endógenos.[10]

Uno de los conflictos internos más frecuentes es el producido entre las llamadas religión oficial y religión popular, ambas momentos especiales dentro de un único proceso diálectico-histórico. Esta división está presente en los orígenes del cristianismo, y permanece en el mismo en la actualidad. Fue esencial también en su desarrollo histórico, desde la Edad Media, hasta la Reforma. Los movimientos proféticos sucesivos siempre se han establecido contra la acción eclesiástica impuesta desde arriba, afirma el autor. Los testigos de Jehová (consideran a la virgen madre del hijo de Dios, pero no la adoran) o los mormones (buscan separarse y fundar un estado propio) son ejemplos de manifestaciones modernas de este conflicto.

Todas las formaciones proféticas del mundo occidental actual poseen un elemento originario común y este es el desequilibrio; el desequilibrio reinante entre fuerzas institucionales con poder y las exigencias religiosas no correspondidas de la sociedad. 
Los profetismos surgidos a partir de conflictos interculturales y los de carácter endógeno poseen orientaciones distintas:

  • Los movimientos de carácter exógeno buscan el camino de la salvación en la acción inmediata, la lucha, la polémica directa contra instituciones extranjeras. Este es el caso de las soeciedades indígenas, en las que la población se dirige hostilmente contra los occidentales invasores.

  • Los movimientos endógenos, en cambio, buscan la salvación mediante la acción religiosa, cultural, e incluso, en ocasiones, moral; en lugar de en la acción política externa. Los movimientos del cristianismo apostólico, y de los movimientos profético de origen cristiano más recientes son los mejores ejemplos. La salvación, para estos, se sitúa en el plano de una vida en un más allá alcanzable mediante la libertad individual, se polariza en un más allá escatológico, situado al final de este mundo, para lo que reclaman la renuncia a los valores terrenales [11].“A este respecto parece determinante el carácter precisamente endógeno del movimiento profético cristiano.”[12] El cristianismo, nos dice, surgió como un producto de una cultura urbana muy jerarquizada, como una manifestación popular enfrentada a las fuerzas opresivas del poder hegemónico (el sacerdotismo judaico y el estatalismo romano). La forma de combatir estas fuerzas dominantes, desde terreno religioso, pasaba por trastocar los valores de la existencia social de forma social, y para ello los valores ultraterrenos se convirtieron en los positivos.

En conclusión, el cristianismo ofrecía la posibilidad de alcanzar la salvación dando una alternativa tanto al sacerdotismo como al estatalismo, y para ello debía rechazar la historia y anular las superestructuras sociales vigentes.

Como las fuerzas opresoras de las que pretendía huir el cristianismo formaban parte de la propia sociedad, oponerse a ellas significaba querer fundar una sociedad nueva. Este carácter evasionista, además de en el cristianismo, lo podemos ver en los mormones, y en el movimiento tafarista[13]de Jamaica.

Esa pretensión de fundar una “ciudad paradisíaca”, que no es exclusiva de este movimiento, sino que se encuentra presente en un gran número de ellos, se puede ver realizada mediante la fundación de una “ciudad santa”[14]. A partir de ella puede desencadenarse lo denominado una “guerra santa”, contra las fuerzas hostiles.

Podemos concluir, de este modo, que los movimientos proféticos, de origen endógeno, tienen por objetivo alcanzar una radical evasión de la sociedad, y una fundación de una propia. A la acción modificadora, lo que sería la acción exógena, la acción social y política, exclusivamente se da lugar cuando se adquiere una postura externa con respecto a las fuerzas conflictivas, hostiles. Estos caracteres propios, especialmente, de los movimientos proféticos de origen externo, se orientan al enfrentamiento, no sólo a la evasión, sino también a la expulsión de la potencia hegemónica.        
Afirma Lanternari que la evasión religiosa del mundo es una característica fundamental de todos los movimientos religiosos. Es, precisamente, la necesidad de evasión, junto con la voluntad de regeneración del mundo, lo que hace religiosos a estos movimientos.
Es muy frecuente la existencia en todos estos movimientos de una institución “iglesia” que expresa esta necesidad de sus adeptos de separarse de la sociedad[15]. Sus manifestaciones, por este mismo motivo, (visiones, alucinaciones, posesiones, …) se justifican como formas de evasión inducida, obtenidas mediante los ritos. Pero su función no se limita a eso. Estas manifestaciones evasionistas “propias de la mayoría de los cultos proféticos a nivel etnológico”[16]tienen además una función positiva de regeneración del mundo.

De este modo es que podemos afirmar que los movimientos proféticos, el profetismo en sí mismo, con sus crisis evasionistas, por un lado, nace debido a situaciones de crisis colectiva, y por otro, responde a la necesidad colectiva y social de redención cultural.

Otra de las características principales de los movimientos nativos, a nivel etnológico, es el dinamismo entre sus fases. Podemos distinguir varias: En primer lugar, una fase de lucha radical y abierta, contra el gobierno y las iglesias impuestas por Europa. En segundo lugar, a esta fase le sucede otra fase en la que paulatinamente se integran elementos cristianos.

No se trata de una mera aceptación pasiva, sino que se trata, más bien, de una respuesta a esa necesidad de nuevos valores religiosos. “La absorción de semejantes valores cristianos, a pesar de la hostilidad antimisionera, tiene una justificación, que explica lo que a primera vista puede parecer contradictorio.”[17]


Los elementos, en principio externos, de la “cultura opresora” pasan, tras el choque inicial, a formar parte, a integrarse, en la cultura indígena. Lo que se logra de este modo es que la opresión pase a formar parte de la propia sociedad a la que estos pertenecen. La salvación ya no se encuentra en la lucha, ni en la oposición, sino que surge la necesidad de buscar nuevos caminos, mediante iglesias separatistas, técnicas evasionistas[18] o por medio de un credo trascendental, nos dice Lanternari. La Biblia ya no se considera una amenaza, al contrario, se convierte en la última posibilidad de salvación, en un refugio.


Es mediante la opresión interna de los blancos como modo aparece de forma espontánea entre los indígenas una necesidad bíblica, esa necesidad de salvación y de Biblia que los misioneros habían intentado, sin éxito, inculcar en ellos. La inserción forzosa, afirma, de los cristianos en la sociedad indígena estableció las condiciones necesarias para que este proceso tuviese lugar.
De este modo hemos visto las diferencias entre las formaciones proféticas de tipo occidental moderno y las formaciones proféticas a nivel etnológico, entre profetismos de origen interno y externo. El aspecto que todas estas poseen en común es que, todas ellas, revelan las condiciones de crisis que afectan a las civilizaciones, sean coloniales u occidentales; y este rasgo lo podemos extender a las civilizaciones modernas. 
Marvin Harris afirma, siguiendo a Norman Cohn (en su libro “The Pursuit of the Millennium”) afirma que los movimientos mesiánicos que precedieron a la Reforma protestante pueden identificarse con las convulsiones seculares del siglo xx. “(…) la conciencia de estilo de vida de figuras como Lenin, Hitler y Mussolini tuvo su origen en un conjunto de condiciones prácticas y mundanas similares a las responsables del surgimiento de salvadores (…). Los mesías militares ateos y seculares comparten con sus predecesores religiosos una «promesa milenaria ilimitada, realizada con una convicción de tipo profético ilimitada». Al igual que los salvadores judeocristianos, afirman estar encargados personalmente de la misión de llevar la historia a una consumación predeterminada.”[19]
La presencia de estas figuras resulta indispensable para las masas alienadas, inseguras, marginales, … Para ellas, el mesías secular supone la redención y la realización; no sólo la posibilidad de mejorar su vida individual, sino también la posibilidad de llevar a cabo una misión, de emprender un proyecto a gran escala que los sobrepasa, y de importancia ingente.  

Debemos tener en cuenta, continúa Lanternari, que, en esos pueblos nativos, las conversiones son “más aparentes que reales”, no afectan tanto a la vida religiosa como a la superficie de la misma.         

La mayoría de los indígenas mantienen las creencias y ceremonias de su religión originaria. Mucho de la antigua religión pagana permanece, y a este respecto juegan un papel fundamental los chamanes. El cristianismo se acepta, pero no podemos pasar por alto que el mismo Cristo se identifica con los héroes culturales de la tradición pagana. Es por esto que podríamos decir que más que abrazar el cristianismo, lo que se hace es traducirlo a un lenguaje cultural pagano[20]. “En definitiva, no son los valores intrínsecos de la religión cristiana los que atraen a los nativos sino, sino más bien el valor mágico – taumatúrgico a ella atribuido”.

Todas estas distinciones que encontramos a lo largo del texto (cultos proféticos exógenos y endógenos, formaciones nativas revolucionarias y reformistas, etc.) no pretenden, como el mismo autor afirma, clasificar ni esquematizar, sino que pretenden hacer referencia a momentos distintos, interrelacionados entre sí, en el proceso histórico[21].

Lo que queda patente es la dinámica interna innata en los profetismos nativos, una dinámica que conduce hacia el autonomismo religioso. Los profetismos nativos, y con este término hacemos referencia a movimientos proféticos mesiánicos y de salvación, expresan un momento innovador, que buscan romper con la tradición, una revolución, y por tanto renovación, de la vida religiosa de los pueblos. A la vez que plantean la necesidad de un cambio, instauran las bases para el mismo. Muestran los aspectos más críticos y divergentes de las costumbres religiosas de sus pueblos y, a partir de esas experiencias pasadas, buscan la transformación.

“Con su carácter popular, revolucionario, nuevo e innovador, los movimientos proféticos, bajo el empuje de concretas y urgentes exigencias existenciales de los pueblos oprimidos, de los pueblos en crisis, miran hacia el futuro y hacia la regeneración del mundo.”[22]   

Referencias utilizadas:
  • V. Lanternari, “Movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos oprimidos”
  •  M. Harris, “Vacas, cerdos, guerras y brujas: Los enigmas de la cultura”, Alianza editorial, 2010
  •  “Señales del fin. Milenarismo religioso, acción política y contextos americanos”, Manuela Cantón Delgado; en: “En pos del tercer milenio. Apocalíptica, mesianismo, milenarismo e historia”, Ángel Vaca Lorenzo (ed.), Ediciones universidad de salamanca, 2000.
  •   “La caída de los dioses, o la modernidad sin ilusiones”, Eduardo Grüner (Disponible aquí)



[1] “Señales del fin. Milenarismo religioso, acción política y contextos americanos”, Manuela Cantón Delgado; en:“En pos del tercer milenio. Apocalíptica, mesianismo, milenarismo e historia”, Ángel Vaca Lorenzo (ed.), Ediciones universidad de salamanca, 2000.
[2] Esta idea está presente en el confucionismo: Se pretendía volver al período mítico del primer emperador.
[3] Se trataría esta, por lo tanto, de una visión más universalista. La fenomenología de la religión es un movimiento de estudio de la religión. Un ejemplo, podría ser la obra La Religión en su esencia y manifestaciones: un estudio fenomenológico, de Van der Leeuw, una aproximación filosófica y fenomenológica a la religión.
[4] Línea más relativista. Podríamos encuadrar a Weber dentro de ella.
[5] V. Lanternari, “Movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos oprimidos”, Conclusión. Pág. 352. (Cita a Wallis.)
[6] La mayoría de profetas, de los movimientos más relevantes, estuvieron en contacto directo con el pueblo conquistador, o incluso fueron educados a la manera occidental. Es el caso, por ejemplo, de Bin Laden, que recibió sus estudios en la universidad británica de Oxford.
[7] V. Lanternari, “Movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos oprimidos”, Conclusión. Pág. 356
[8] V. Lanternari, “Movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos oprimidos”, Conclusión Pág. 357
[9] Por ejemplo, las formaciones proféticas antihechiceras africanas.
[10] Todo esto sin olvidar que no podemos hablar de aspectos exclusivamente internos o externos, sino que ambos se encuentran siempre interrelacionados.
[11] Lo importante no es la lucha sino la regeneración moral. Los testigos de Jehová son un claro ejemplo.
[12] V. Lanternari, “Movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos oprimidos”, Conclusión Pág. 360
[13] El objetivo es un regreso, no sólo mítico, sino real, a África, la madre tierra lejana; como única forma posible de liberación real, de lograr el fin de todos sus males. En sus rituales se utiliza el hachís de forma extática.
[14] Puede llamarse también, por influencia bíblica, Nueva Jerusalén.
[15] Un ejemplo lo constituye a necesidad de formar un nuevo califato defendida por el fundamentalismo islámico.
[16] V. Lanternari, “Movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos oprimidos”, Conclusión Pág. 362
[17] V. Lanternari, “Movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos oprimidos”, Conclusión Pág. 363
[18] Por ejemplo, es lo que sucede en el peyotismo.
[19] M. Harris, “Vacas, cerdos, guerras y brujas: Los enigmas de la cultura”, Alianza editorial, 2010
[20] Debemos tener cuidado para evitar la tentación de utilizar el término mágico en este caso, pues podría sonar despectivo o llevar a equívocos.
[21] Por ejemplo, los cultos revolucionarios de liberación dan paso a otros de transacción.
[22] V. Lanternari, “Movimientos religiosos de libertad y salvación de los pueblos oprimidos”, Conclusión Pág. 370

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